domingo, 21 de octubre de 2007

Poema de Maroma

Consejo (Poema)

Es frecuente y casi siempre inevitable
Confundir a aquel con quien se hable
Con las siglas tan propias de este SENA
Que en ocasiones confunden y dan pena.

Si hablas de la FPI o el TPC,
O del IBES, la OIT o la DG,
O mencionas la FAD o el FTP
O el SGC o la FPP
O te atreves a mencionar el MECI o las TICS
O el AVA, o el CSF o la RDC;
Debes ser cuidadoso en la dicción
Y no causar en el otro confusión
Pues al sentirse como en Torre de Babel
Cambiaría, sin duda, de papel
Y atacaría furibundo y sin cuartel
Exigiendo de cada sigla explicación
Sin importar que ataca a un cincuentón
Que se halla en feliz celebración.

Cuento: El Fakir - Maroma

El Fakir (Cuento)

Lo primero que el Fakir aprendió, de niño, fue a dominar el dolor del hambre. Después en su desespero aprendió a comer vidrio sin sentir malestar alguno y empezó a entender que era capaz de dominar el dolor de su cuerpo.

En la misma medida en que crecía aprendía más y más técnicas para no sentir: aprendió a ignorar el dolor al caminar sobre brazas de fuego o sobre hierros candentes o sobre clavos punzudos. Aprendió a dormir a la intemperie. A dislocar sus huesos y volver a acomodarlos. A cruzar agujas a través de su cuerpo. A comer sables. A comer cuchillas de afeitar. A perforar su piel con filudos cuchillos. Aprendió a soportar descargas eléctricas en su cuerpo. En una ocasión con una lupa quemó su piel al rayo del sol y no contento con ello quemó la pupila de sus ojos. Era capaz de arrancar sus uñas sin el más mínimo gesto. El dolor era, para el Fakir, una entretención.

Tanto era su dominio que toda su vida la pasó como atracción de un Circo Ruso que iba siempre de gira por el mundo. Los niños admiraban el acto del Fakir. Los padres no podían explicar a sus hijos el por qué al Fakir nada le dolía. Las mujeres soñaban con el Fakir. La iglesia aprovechaba para mostrar, en el Fakir, los designios y las bendiciones del Señor.

Sin embargo, un día el Fakir murió de dolor cuando al finalizar su acto y regresar a su carpa descubrió que su mujer, la misma que amaba, le era infiel con el trapecista.